Seis dalias he traído
hasta el mármol desierto
debajo de la acacia.
La cardenilla
ausente
desde los días de la infancia
me distrae
y te abandono
donde no te moja esta lluvia
ni te roza este viento
que inesperadamente
me desnuda.
POETAS - ESCRITORES - MÚSICOS
Los juegos, cuya importancia en la formación del niño resulta indiscutible fueron variando con el transcurrir del tiempo y muchos de ellos desaparecieron. Nadie juega hoy con uno de aquellos aros metálicos que se fabricaban con rueda de bicicleta y se guiaba con una varilla de alambre ni con los baleros que hoy sólo se consiguen para alimentar la nostalgia de coleccionistas. Volvieron sí las bolitas, el trompo, el yoyo, el barrilete. Nunca, las muñecas de cerámica que a finales del Siglo XIX conocieron en Europa su época de oro. Pero en esta luna, esos juegos de infancia salpicaron el programa con información y las anécdotas que acompañan la reseña.
“Dicen que todos conservamos un niño en algún lugar del corazón y doy fe de ello. A 70 años de mi niñez recuerdo que ya sea en nuestras casas o en el colegio, jugaba con mis amigas a la cuerda o soguita como le decíamos, a las figuritas, utilizando un libro donde las poníamos, lo hacíamos girar y luego había que adivinar en que lado de las tapas estaban y si quedaban arriba o abajo. Jugábamos a la payana, con cinco piedritas y confieso que nunca pude ganar. Otro juego era con las muñecas, a las visitas, con todos los accesorios de una casa, como por ejemplo, la muy lograda batería de cocina que era de lata, el plástico llegaría después. En la pubertad cosía la ropa a las muñecas o recortábamos los ajuares que venían en las Revistas Figuritas, Billiken o Mundo Infantil , y vestíamos las figuras impresas como si fueran maniquíes, adhiriendo la ropa al cuerpo, mediante aletas del mismo papel. La muñeca estrella era Marilú pero no todas teníamos la suerte de ser su mamá.”
Ethel Cobo, escritora cordobesa
Juegos de infancia eran una aceptación más que una elección, me siento como si fuera un mero espectador de los juegos de los demás y que yo participaba de los mismos por esa necesidad gregaria de los niños aunque en ciertas oportunidades surgía segregación.
“Uno de esos juegos fue una pista de barro para autitos de carrera construida bajo la dirección de mi hermano mayor, yo tendría unos seis años y el cinco más, debimos esperar se secara un poco el barro y a colocar los autitos de plástico de colores chillones de los años ’50.”
Antonio Guzzo, escritor sanjuanino
"Los juegos del niño
y las razones del anciano son frutos de dos estaciones"
Willam Blake
La orden, perentoria, inapelable: !Adentroo..A comer! y el desbande nos amontonaba en la puerta, demasiado angosta para el tropel de la impaciencia: "El último cooola e' perro..." Comer, respirar y jugar ocupaban el día. Competitivos y solidarios fueron los juegos de mi infancia .Cuando el desafío de las carreras, las corridas de la "Mancha venenosa" y la estrategia de ser último en "La Escondida" para gritar apurados: "Piedra libre para todos mis coom-pañerooos" nos dejaba sin aliento, se imponía la tregua del "Pisa Pisuela", todos apoyados en la pared y un "Pisa, pisuela color de ciruela, vía, vía, éste pie", el pìsado salía y se sentaba a la espera de otra vuelta
En la calle de tierra, una ramita para marcar y una piedra bastaban para la rayuela de las nenas, mientras la vocinglería de los varones espantaban los pájaros en el ritual de la bolita, al pié del árbol: "Tirá de lejos que hay pajita", aconsejaba el sabiondo, "Mueve pajita, garpa bolita", replicaba el contrincante.
El "Rango" para los varones y la "Rueda rueda de pan y canela, dame un centavito para ir a la escuela" de las nenas, delimitaban los espacios que no podíamos invadir, a riesgo de ser considerados "machonas" o "mariquitas", respectivamente.
Allá lejos, en la tercera década del siglo pasado, todos los chicos de mi cuadra conocimos la felicidad de los juegos sin juguetes, bajo el soleado cielo de una calle de tierra.
Nilda Salgueiro, escritora de Ramallo, Buenos Aires
Se habló de la moda a través del tiempo. De la toga, los jubones , las calzas, la corbata, el uso de la arrogante gorguera, cuello redondo y duro que obligaba a mantener la cabeza empinada. Se habló del aporte británico de los pantalones Oxford o pata de elefante que hicieron furor en los 70. El traje sastre, el origen de la raya en el pantalón. Y amigos de Luna de Pájaros, contaron sobre sus primeros pantalones largos, especialmente para nosotros.
Catamarca. 1961. Hepatitis. 14 años. 45 días en cama. Di el gran estirón como se decía. Los vaqueros (no jeans, eh?) me quedaron a media asta y ni les digo los zapatos. El placer fue la posibilidad real de ir a comprarme un traje wash and wear en una de sus tres versiones: gris topo, azul noche y marrón africano. Mamá sentenció que gris por más sufrido. Obviamente elegí el azul. Pero tuve que conformarme con el marrón caca: era el único en existencia que me iba justo. Se combinó con unos zapatos Modulor , suela de crepe, entubados. Horma italiana, última moda – dijo el vendedor.
Me miré al espejo y vi un tony de circo. Salí de “viste paquete quien viste en LOS CADETES”, con un humor de perros.
Lo que es moda no incomoda, decía mi abuela Ana. Nunca lo entendí.
Jorge Paolantonio
Catamarca
Los largos….los largos….
Tanto fue el cántaro a la fuente…El viejo, sastre manos de oro, me negaba el “premio nobel de la infancia”: los lompas largos, el ansiado paso de la niñez a la adolescencia, el ascenso del pibe peludo de los cortos a la categoría del efebo pintón con los largos. Terminé sexto grado y el viejo, en un gesto magnánimo, me concedió el soñado galardón. ¡Ah, claro, largos sólo sábados y domingos y toda la semana la tiranía de los cortos!
Andrés Aldao
Israel
Recuerdo con mucho cariño los pantalones cortos y sobre todo las camisas de manga corta y bolsillo que me hacía mi madre con los retazos de sus costuras. Eran una maravilla y siempre recibía elogios por esas camisitas.
El primer pantalón largo era azul marino, lo había usado mi hermano mayor y tenía mucho brillo, el que toma la ropa envejecida de tantos planchazos.
Pedro Soto
San Francisco Solano
Buenos Aires
No tengo idea de cómo será para la mujer el uso de los primeros tacos altos pero….”los largos…”. Claro, aquel imprescindible ritual de pasaje – como dicen los antropólogos – ya está muerto. Los chicos usan esos antiestéticos pantalones a media asta ni largos ni cortos y todo bien. Pero aquellos largos te volvían el centro de todas las miradas. Al atreverme con ellos la primera vez, un tío se me acercó en la calle y me preguntó: “¿Señor, podría decirme la hora?”. Las chicas ya te catalogaban como un posible aspirante, y ni te cuento la primera salida, ya de largo, con Ella, la inolvidable. Y hoy me pregunto: ¿dónde habrán quedado aquellos largos, aquella increíble edad de poco más de un decenio…?
Jorge Ariel Madrazo
Ciudad Autónoma
(Contribución desde Colombia de
3 comentarios:
Se la abraza, desde aquí mi ciudad, Rosario. Con los ojos, pues al leer su poesía celebra el alma la misma.Un orgullo su presencia en "Luna de pájaros" y "destacable su obra".
Mis respetos
Escuché el programa fue maravilloso escuchar los poemas y el cuento de Estela Smania y su voz. También los poemas de ustedes chicos. Felicitaciones por el programa.
Fernando
No había tenido tiempo de entrar antes a la página, y felicitar a la señora Smania, por su calidad como narradora y poeta. Un placer.
Mónica Celiz
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